Tampoco fue mi culpa, simplemente leía de nuevo, sentada en ese gran y solitario sofá, echo para tantos, y soportando a tan pocos.
Fue accidentalmente,cuando encontré aquella corta frase en aquel enorme libro, y mil y un recuerdos, dispararon , así, sin piedad mi mente, y cuando tu figura inútilmente realista se acercaba a mí, provocando una vez más, ese jodido desbocar, esa jodida agitación en el pecho.
Las palabras están echas para herir.
Eso me dijiste, ¿recuerdas?
Y de eso nos dimos cuenta, créeme, yo si me di cuenta.
Finalmente, he de confesarte que he aprendido a convivir sin herir, sumida en el silencio, porque solo así siento, que es una manera de rectificar, o de perdonarme a mí misma.
Pero, ya no estás aquí, a veces pienso (ya no de manera tan accidental) si habrás cumplido tu sueño, el de la Antártida, o el de escribir tu propio libro, libro que no leeré.
Porque simplemente, las palabras están echas para herir, las tuyas (y la mías, no me excluyo) sí.
Y ahora vuelvo a mi silencio, a mi libro, a mi vida y a mi soledad, ya tendré tiempo para recordarte mañana
Abandono tu recuerdo por esta noche, querido.
Hasta pronto. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Miradas