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miércoles, 2 de febrero de 2011

Dia 2.

Su vestido era rojo,rojo con estampados floripondios y coloridos.Su pelo rizado y sus ojos grandes,Tal vez fuese el execeso de rimel lo que los convirtiese de tal tamaño,pero eran preciosos.Sus labios coloreados de rojo vivo parecían comestibles.Irremediablemente irresistibles.
Y sus largas y nerviosas manos me parecieron perfectas y acogedoras.
Así es Isabella.Tan difernete y atractiva.
Pero su belleza se esfuma al concentrarse en sus expresiones,tristes t rencorosas.
A su voz desesperada y sus fugaces miradas,miradas sin sentimiento alguno.
Miradas muertas.
Isabella...había sido su nombre el último en pisar la lista de contactos del telefono del hogar de Sam.
La primera y de momento única interrogada.
Había acudido a la comisaria tan rápido como le habia sido posible.
Cuando le dí tal terrible noticia, solo fue seca,una voz seca...
En su comportamiento no se había  encontrado rastro alguno de sorpresa o tristeza.
Ha llegado a la comisaría con una mueca...Inexacta,hasta el comienzo del disparo interminable de preguntas, en donde su mueca se había trasformado en una sonrisa.
Una sonrisa oscura.Oscura y sin vida.
-Srta Morel,¿Cual era su relación con el difunto Sam?
-Amigos.
-¿Cual fue el motivo de su llamada?
-Que no tuviese miedo.
-¿Miedo de qué,Isabella?
-De perderme.
¿Y por qué iba a perderla?
-Porque me necesitaba.
-Lo que dice usted no es lógico.Isabella.
-No,no lo es comisario,analice..
Ante la necesidad de tener alguien consigo para siempre,el miedo aumenta ante la idea de perderle.Perder algo fundamental,es perder parte de sí mismo y la felicidad solo es encontrada con todos sus pedacitos en su sitio y su lugar,unidos.Siendo uno mismo.Tal miedo nos impide esa felicidad que se espera encontrar.Y él quería ser feliz.Por ello debía asegurarle que no me iria jamás y así su miedo disminuyese hasta que la calma volviese a su cabeza,¿entiende?
No, no entendía...
-Yo no soy la asesina-Me dijo.
Su voz sonó con convicción.Tal convicción que me acalló.
Me acalló cuando abrió la puerta.
Me acalló cuando se fue.
La deje ir.En aquella mujer había tanta dureza que sus palabras fueron capaces de dejarme en estado similar al de una estatua durante minutos.
Aquella muejer era un misterio.

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