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sábado, 19 de febrero de 2011

Como siempre, esperaba en aquel viejo banco y una bolsa de pipas.
Pero hoy estaba extraña.
Yo, que estaba acostumbrado a sus vaqueros masculinos y camisillas blancas, me resultaba irremediablemente extraño encontrala con un vestido, dejando sus esbeltas piernas destapadas y brillantes.
Se había dado cuenta de mi presencia, y mi cara de estúpido ante su figura hoy, tan femenina y bella.
Se levantó de un salto y con una gran sonrisa.
Aquella parecía un visión robada de un sueño.

Definitivamente, estaba enamorado de aquel corto vestido.


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